El éxito de la cooperación
El comportamiento prosocial, la reprocidad fuerte y la sombra del futuro para solucionar problemas de cooperación
Hace tiempo que desde OBEA y desde MIK estamos investigando en torno al concepto de inteligencia colectiva o sabiduría de las multitudes. El auge de conceptos como open innovation, crowdsourcing o community-based innovation nos llevan a investigar en la base de estos fenómenos, en aspectos puramente sociológicos y antropológicos.
En el libro “Cien mejor que uno”, en inglés “The wisdom of crowds”, de James Surowiecki se exponen tres tipos de problemas que la inteligencia colectiva puede solucionar. Este tipo de problemas son los problemas cognitivos, los problemas de coordinación y los problemas de cooperación. En este post únicamente me centraré únicamente en los problemas de cooperación dejando para más adelante el resto de tipologías y las condiciones necesarias para que la inteligencia colectiva pueda resolver dichos problemas.
Los problemas de cooperación, como el propio nombre sugiere, radica en conseguir que unos individuos egoístas y desconfiados trabajen juntos, incluso cuando el puro interés particular pareciera dictarles no participar. Pagar impuestos, reducir la contaminación, ponerse de acuerdo en lo que es un salario justo, son ejemplos de problemas de cooperación. En este tipo de problemas hace falta que los miembros de un grupo o de una sociedad hagan algo más que obedecer únicamente su interés egoísta. Es necesario que adopten una definición de interés más amplia que la visión miope de la maximización del beneficio a corto plazo. Y también es necesario que cada uno pueda confiar en los que le rodean, por que cuando no existe confianza, la búsqueda miope del interés propio es la única estrategia sensata.
Según el criterio tradicional y bastante razonable de los economistas, los seres humanos se mueven obedeciendo fundamentalmente al interés egoísta. Esto significa que exponiendo a una persona ante distintas opciones, este elegirá siempre la que le beneficia personalmente y que dichas elecciones no dependen de lo que haga nadie más. Esta hipótesis que puede parecer bastante verosímil se torna repetidamente en una hipótesis falsa en algunos casos. Tomemos como ejemplo “el juego del ultimátum”.
Las reglas del juego son sencillas. El experimentador elige una pareja de sujetos que pueden comunicarse entre sí, pero por lo demás son anónimos el uno para el otro. Se les propone que se repartan 10 dólares de acuerdo con la regla siguiente: el jugador número uno decide por su cuenta cómo ha de ser el reparto (a medias, setenta por ciento y treinta por ciento, o lo que quiera). Entonces hace un ofrecimiento tipo “lo toma o lo deja” al jugador número dos. Éste puede aceptar la oferta, en cuyo caso ambos jugadores se embolsan sus partes respectivas, o rechazarla, en cuyo caso ambos se quedan sin nada.
Si ambos son racionales, el jugador número uno se adjudicaría 9 dólares y ofrecerá 1 al segundo. A fin de cuentas, el número dos se verá obligado a aceptar la oferta cualquiera que sea, puesto que si la acepta gana un poco de dinero y si no la acepta no gana nada. Todo número uno racional se dará cuenta de esa situación y por consiguiente cederá lo mínimo al otro. En la práctica sin embargo, esto sucede pocas veces. Las ofertas mínimas por debajo de 2 dólares son sistemáticamente declinadas. Esto significa que la gente prefiere quedarse sin nada antes que conceder que el “socio” se lleve la mayor parte del botín. Rechazan un dinero gratuito para castigar lo que perciben como un exceso de codicia o egoísmo por la otra parte.
Los economistas Samuel Bowles y Herbert Gintis han llamado a dicho comportamiento, reciprocidad fuerte, esto es, la voluntad de castigar el mal comportamiento (y premiar el bueno) aunque personalmente no se obtenga de ello ningún beneficio material. La reciprocidad fuerte es un comportamiento prosocial porque incita a trascender la definición estrecha del interés egoísta y a hacer deliberadamente o no cosas que tienden al bien común. Los que actúan así no lo hacen por altruismo, estos rechazan las ofertas mínimas porque éstas vulneran su sentido individual de lo que debería ser un intercambio justo. Pero el efecto es el mismo que si fuesen unos filántropos, el grupo resulta beneficiado.
La noción de comportamiento prosocial tal vez pueda contribuir a resolver el misterio de por qué cooperamos en realidad. Las sociedades y las organizaciones sólo funcionan cuando la gente coopera. Por esto mismo en una sociedad no se puede confiar sólo en la ley para garantizar que los ciudadanos actúan con honradez, al igual que ocurre con la cooperación entre empresas y los contratos de colaboración. La explicación clásica y canónica de por qué cooperan las personas fue propuesta por el politólogo Robert Axelrod en su obra “The evolution of cooperation”. En esta obra Robert argumenta que ”el fundamento de la cooperación no es en realidad la mutua confianza, sino la permanencia de la relación…” La gente que se ve en la necesidad de tratarse durante cierto tiempo acaba por admitir los beneficios de la cooperación en vez de tratar de sacar ventaja sobre los demás, porque saben que si lo hicieran el otro procuraría tomar represalias. La clave de la cooperación es lo que Robert Axelrod llama “la sombra del futuro”. La promesa de que continuará la interacción es lo que nos mantiene a raya. En palabras de Axelrod, “para el éxito de la cooperación es preciso que la gente empiece por ser amable, es decir, que demuestre disposición a cooperar, pero también disposición a castigar el comportamiento no cooperador tan pronto como aparezca”.
Si bien es cierto que “la sombra del futuro” explica la cooperación de personas durante el medio largo plazo, ¿por qué a veces se coopera con desconocidos? Robert Wright argumenta que con el tiempo hemos aprendido que el comercio y el intercambio son juegos en los que finalmente todos pueden ganar, a diferencia de los juegos de suma cero que exigen que siempre haya un ganador y un perdedor. Aunque es bien cierto que distintas culturas tienen ideas diferentes sobre los conceptos de confianza, cooperación y amabilidad con los desconocidos. Uno de los factores que explican estas diferencias es, según Surowiecki, el propio capitalismo. El capitalismo funciona con buena salud cuando las personas creen que el beneficio a largo plazo de las transacciones equitativas excede a corto plazo del oportunista.
El pago de los impuestos es uno de los ejemplos clásicos de problema de cooperación. Todo el mundo se beneficia con los servicios que se financian mediante los impuestos. El problema estriba en que todos esos servicios los disfruta uno tanto si paga sus impuestos como si no. Muchos de los bienes que proporciona la administración pública son bienes no excluibles, es decir, que no es posible permitir que algunas personas disfruten de ellos y excluir a otras. Por lo que una vez construida una autopista, cualquiera puede circular por ella, tanto si ha pagado impuestos como si no. De modo que, aunque desde nuestro interés egoísta coincidamos con la opinión de que el gasto público es algo bueno, no tenemos un incentivo para no tratar de evadir nuestra aportación. En términos estrictamente económicos tal vez lo más racional sería hacer trampa. Por lo que, la buena salud de un sistema fiscal requiere algo más que leyes. A fin de cuentas es necesario que la gente pague sus impuestos voluntariamente. Entonces, ¿por qué la mayoría de las personas paga sus impuestos? La respuesta tiene que ver con la reciprocidad. Muchos participan y participarán mientras crean que todos los demás también participan. Por decirlo de otra manera, los cumplidores crean cumplidores. Y ese bucle de realimentación positiva también funciona en la mayoría de las empresas que tienen éxito.
¡Me encanta el olor a tesis por las mañanas! 🙂
Te recomiendo de forma ardiente el libro Infotopia para entender los límites de la inteligencia colectiva de una forma alternativa a lo que propone Surowiecki. No es que una sea mejor que otra sino complementarias.
Hola David, pues si, pues si, olor a tesis….
Pues casualidad que he empezado el libro de Charles Leadbeater «We think». En breve lo terminaré y seguiré por el libro «Infotopia». ¿lo tienes en castellano? Es que en la biblioteca la tienen en inglés 😀
Siempre huele mucho mejor a pincho de tortilla que a Tesis jajaj,aunque el post es cojonudo,Gracias Aitor
Gran post. ahora ¿como promuebes la cooperacion en una organizacion que no la hay? ¿como la maximizas? y lo más importante ¿como la recompensas de alguan forma para que los que contribuyen reciban dos? Ya se sabe que el estímulo monetario es pasajero. ¿como lo haces para que sea sostenible?
Felicidades por el post. Conciencia clara, conciencia solidaria.
Saludos.
[…] otro lado, en el blog de Aitor Bediaga Pasión por Innovar encontré un post sobre El éxito de la Cooperación, del que destaco el siguiente párrafo: “Las sociedades y las organizaciones sólo funcionan […]